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Un viejo asunto con el sol
Arca Editorial, 1987
Un viejo asunto con el sol
Unas moscas pugnan por escapar
y chocan en los cristales de la ventana.
Ven luz,
el espacio multiplicándose
en el vidrio.
Unas moscas tratan de huir
hacia la luz
Yo repaso páginas donde no se
habla de ti, en el
silencio de esta casa,
entre objetos inmóviles.
Solo se mueven
alas imperfectas,
el sol,
distribuyendo consignas en favor de la muerte.
agosto de 1983
Itinerario incompleto
Dos retornan entre reflectores
por calles
enteramente oscuras, enteramente
claras.
En la memoria,
la brea derretida
sobre el pavimento, el revés de lo otoñal,
tensos renglones de un Kerouak
que murió solo
y con un derrame intestinal.
¿Qué fue de las lluvias rutinarias,
de la soledad en las estaciones de
servicio?
Antes que cambie el semáforo
aprovecho para ordenar las voces,
el ubi sunt.
Dos retornan en el margen del escombro.
(para Atilio Perez)
Palabras a los demás
Ya suman cuarenta los días que su cuerpo
no entibia la cama más grande
del barrio.
Ni sus orondas tetas
en la reminiscencia de dos cítricos,
o en las ostentaciones por distintos
habitáculos del sol.
Se fue
la muchachita de los rizos negros.
Se fue
la que cantaba “Bella Ciao” al volver
de la Universidad
por veladas calles
de los veranos que la trajeron y llevaron.
Se fue,
sin que merezca un poema decadente.
Montevideo, primera visión
La primera circunvalación a la ciudad en
1977,
cuando la buena voluntad era solo
un reflejo en las vísceras del sueño.
Un dócil gusano entonces.
El muchacho venido del interior del
país (enfurecido de algún amor, ya
imposible por entonces)
atraviesa la ciudad en
aquel ómnibus atestado de obreros textiles
y de conversaciones.
Árboles o plátanos.
(Luego serán metáforas. Calles curvas
en ascenso y descenso por las siete colinas,
frotadas ahora en la indecencia de
los años)
O la muchacha con olor a L’Oreal que
viajaba a mi lado. Y los deslices no cometidos,
o perpetrados a destiempo,
en mi primera circunvalación
a la ciudad
en la línea 306: Carrasco-Casabó.