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Fotonovela

(Canción de perdedores)

campo de aviación en Salto

 

Salen Cesnas

 

DC 3

           pequeñas avionetas.

Vickers de entreguerras

Y vuelan bajo sobre naranjales.

O van subiendo hasta nunca perderse de vista.

Bandadas de tordos disparadas hacia el oeste.

Hacia el río.

Del campo de aviación de Nueva Hespérides vuelan

pájaros y aviones.

Y yo voy con tío Mariano por los arenales

en un carro.

Las golondrinas en los alambrados

iban y venían en mi memoria de siete años,

las manzanillas blanqueando los campos en la

primavera.

Gente sin techo durmiendo bajo los puentes.

Y aquellos potreros de Corralitos en el

fin de la ciudad.

Y los de Daymán, verdeazulados.

Bajo el engranaje de un sol

que hervía en nuestros sueños.

la última atajada

 

Los tiempos se ponen duros

y uno no tiene donde caerse un miércoles de noche.

Te sentás frente al televisor

y entonces te dicen que ha muerto Lev Yashin.

La última atajada de la araña negra.

Con un cáncer comiéndole el estómago

y una pierna amputada hace dos años, se murió

el héroe deportivo de la unión soviética.

El hombre al que sólo le hicieron seis goles

en veintisiete partidos cuando el Dínamo de Moscú.

El electricista que enroló en los tres palos de

un equipo de jockey.

Veo las atajadas siempre en blanco y negro.

Paró cien penales dice el periodista.

Como si dijera:

“El muchacho se comió dos docenas de peras”.

Era el mejor golero del mundo.

Pero Darnauchans lloraba arriba de un taxi.

Y el chofer no entendía las lágrimas de un cantor flaco

a las nueve de la mañana.

Y no supo, que apenas escuchada la noticia me fui

a vomitar al baño , como si con el alcohol que se iba

por la pileta, pudieran irse los doce años,

cuando uno también cuidaba el área chica.

Y ella y yo teníamos tanto miedo

como Yashin ante un tiro penal.

de ida

 

Una muchacha en el ómnibus

escuchando el walkman.

Lleva el pelo largo.

Y el viento le golpea el rostro

como en un aviso de wellapon.

encuesta.mayo de 1990

 

El 2.4 % de las mujeres lee libros,

prefieren los libros de poesía.

                                        En tanto solo

el 0.4% de los hombres se inclinan por este género

que algunos de nosotros cultivamos con afán.

Dejando de lado a los varones, que en este caso

sólo interesan como dato estadístico,

tendremos el siguiente cuadro:

De las 600.000 mujeres inquietan Montevideo,

comercian a sabiendas con la poesía,

apenas unas 14.400.

Cifra irrisoria si se tiene en cuenta

la abundancia de poetas

y que ven TV un 20% de las damas de esta ciudad,

pero nada despreciable si se considera

que uno escribe con el único objetivo de seducir,

y lo hace en buena fe, de que de una vez por todas

la poesía se ponga del lado utilitario de las cosas.

ella leía una fotonovela

 

Yo estaba solo en un rincón del bar, mirando las

botellitas de yogur en el escaparate helado y

pensando en como habría sido la muerte de

Alfredo.

Ella también estaba sola en otra mesa leyendo una

fotonovela, sin oír ninguna otra cosa que no fuera el

ruido de las hojas al pasar.

Labios pintados de violeta, uñas pintadas y leyendo

una historia de amor mientras esperaba a que

viniera acaso dios o estallara una granada en alguna

parte. O que viniera dios con una granada y se

volara el maldito boliche con nosotros adentro.

Yo no podía pasar más alcohol por mi cabeza.

Imposible llevarla a una discoteca o invitarla a

treparnos al primer taxímetro que pasara a la deriva.

 

Aún me cuesta registrar esa historia banal, lo que

no pudo ser una noche de perdedores en un

bar, donde había un tipo sólo tomándose una

grappa, y donde una muchacha hacía alta poesía,

repasando una novela en blanco y negro.

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